La inmediatez, un monstruo ético entre el periodismo digital y el periodismo tradicional

La evolución del periodismo ha sido golpeada por una mala interpretación



El periodismo ha sido a lo largo de la historia una gran herramienta no sólo para informar sino también para denunciar. En su evolución también se han presentado grandes retos y cambios a raíz de la transformación tecnológica. Ha sido una herramienta para entretener y también ha sido una fuente de empleo para muchos profesionales.

La era digital ha generado un duro golpe a la forma tradicional de hacer periodismo. Ha evolucionado para ser un actor y reportero presente, en tiempo real, narrando los hechos y acontecimientos que están sucediendo en el mundo minuto a minuto.

Ahora es más importante el número de personas y seguidores fanáticos que están viendo una transmisión en vivo, que cuidar la calidad del contenido y la veracidad de lo que se está emitiendo y compartiendo.

El periodismo evoluciona con la era digital, pero eso no significa necesariamente que los principios tradicionales puedan ser adaptados o modificados con la excusa de que debido a las nuevas tecnologías, lo que se está haciendo con el desarrollo inmediato de contenidos, está bien hecho y hay que validarlo.

Los principios periodísticos no deben ser negociables; mucho menos pueden ser manipulados por alguien que ni los conoce bien y no posee entrenamiento profesional.

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Debido a que en la actualidad la tecnología es menos complicada y hay muchos dispositivos electrónicos disponibles, el principio de moderación para mostrar todo lo que está sucediendo, está completamente mal entendido o a menudo olvidado por quienes reportan sobre algún hecho. La ética se ha dejado de lado o se ha convertido en un monstruo por la inmediatez.

Ahora es más importante el número de seguidores fanáticos que están viendo una transmisión en vivo, que cuidar la calidad del contenido y la veracidad de lo que se está emitiendo y compartiendo. Muchos de estos mal llamados «periodistas ciudadanos» no se preocupan por tener compasión y consideración alguna por los otros, ni mucho menos son conscientes de los efectos secundarios que esto puede tener en sus vidas y en la de muchas personas.

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Desde mi punto de vista la era digital ha dejado marginado el respeto y la consideración por quienes practican el periodismo profesionalmente. Los dueños de los nuevos medios solo quieren monetizar sus contenidos. A ellos solo les importan los números que generan los contenidos de su sitio web para obtener beneficio económico por publicidad, pero no ponen la misma atención a las cifras de los salarios que ofrecen a quienes desarrollan las historias. Esto no garantiza necesariamente la calidad del producto final.

Los periodistas han estado luchando, prácticamente solos, por mantener y defender una profesión que está cada vez más baja en el índice de credibilidad y en el de los empleos que generan un salario decente para aquellos que eligen el periodismo como una carrera.

Ya en el 2012, un artículo de la BBC de Londres en su página en español destacaba que ser periodista en Estados Unidos era una de las peores profesiones debido a la precaria situación laboral.

El error de acuñar el título de «periodista ciudadano» ha ocasionado que ahora consideren a cualquier persona como un periodista, incluso si nunca ha pasado por una universidad o ha tenido suficiente experiencia de campo para poder llamarle así. Ahora cualquier persona, con un teléfono celular o una cámara digital en la mano, está supuestamente justificada para que la denominen como si fuera un profesional de la información, debido a la mala interpretación que le dan al concepto «periodista ciudadano».

En la propagación de este error considero que hay varias partes involucradas, pero me concentraré en sólo tres protagonistas: los medios de comunicación, las universidades (academia) y las asociaciones periodísticas.

La mala interpretación ha sido apoyada por los mismos medios de comunicación que por abusar de la inmediatez se confían demasiado emitiendo audios o imágenes de vídeo y fotografías que les ofrecen o buscan en las redes sociales. A cambio dan sólo una mención a quien supuestamente les facilitó el material, sin tener que pagar nada, o quizás muy poco la mayoría de las veces.

Por tantas carreras, los medios pueden llegar a ser utilizados por terceros para transmitir información falsa o manipulada por intereses oscuros, si no chequean la veracidad del material antes de ser emitido. Algunas veces, si es que los medios no lo descubren a tiempo y el material se emite, será demasiado tarde y ya el daño está hecho.

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También se debe involucrar en esta situación a las universidades y sus facultades de periodismo, porque en lugar de manifestarse en contra del uso del término «periodismo ciudadano» para denominar a personas no idóneas y calificadas para ejercer como periodistas profesionales, han permanecido tibias, sin hacer escuchar fuerte su voz de una manera efectiva. Lo extraño es que esto les puede afectar el número de futuros estudiantes en sus facultades de periodismo y aun así no los veo batallando y haciéndose notar más en el mundo.

Así mismo, las asociaciones de periodistas han aportado tímidamente a esta malinterpretación porque carecen de suficiente fuerza, recursos económicos y ​​estrategias para garantizar el respeto al ejercicio del periodismo y a los profesionales que lo practican.

Sin embargo, vale la pena destacar como en los últimos dos años la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos de Estados Unidos (NAHJ, por sus siglas en inglés) ha ido rompiendo el silencio y venciendo el miedo, para respaldar y validar los trabajos de los periodistas hispanos, haciendo escuchar su voz para lograr mayor diversidad y participación en las salas de redacción de los medios de comunicación estadounidenses.

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Un periodista profesional es el que hace un verdadero periodismo ciudadano aplicando todos los principios del periodismo, avalados tanto por su paso por la academia como por su práctica de campo.

Por el contrario, si damos y validamos un empoderamiento de la comunidad, a través de un mal llamado «periodista ciudadano» que no tiene suficiente investigación, fuentes reales y que no ha tenido todos los conocimientos y las dos caras de la moneda de la situación, estamos cometiendo una falta de responsabilidad y transparencia. Esto puede generar divisiones importantes que ocasionan más desestabilización en el mundo.

En mi opinión, una persona común y corriente que le gusta informalmente tomar fotos, grabar videos y comentar lo que está sucediendo alrededor de su comunidad o lugar de origen, y lo publica en redes sociales o demás herramientas digitales, deberíamos llamarlo claramente «Narrador Comunitario». Quizás este ser humano puede interpretar algunas cosas desde su punto de vista y no necesariamente como son, lo cual se presta para muchas dualidades.

Pero, por otro lado, está una persona que ha estudiado periodismo o que ha estado practicando profesionalmente en este campo por muchos años. De acuerdo con los principios éticos de la profesión, si este sujeto va a cubrir algo que está sucediendo en ese instante; ese profesional está haciendo realmente «periodismo ciudadano» y debe hacerse responsable de sus palabras y sus actos.

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Finalmente, creo que el periodismo digital ha impactado los métodos tradicionales del periodismo y las formas de ser desarrollados, pero los que no han sido y no pueden ser negociables son los principios éticos y las bases generales del periodismo desde sus inicios.

En la evolución se pueden presentar nuevas formas de practicar la profesión, con eso estoy más que de acuerdo, pero lo que nunca puede desvanecerse en este desarrollo es la aplicación de esos principios. No podemos dejarnos abrumar por el monstruo ético de la inmediatez. Evitemos afectar la credibilidad y la validez del contenido que se transmite.

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